El trabajo de Josefina Guilisasti trata sobre el enigma de los objetos y el vértigo de la desaparición de su enigma. Alimentándose de la cultura material, la historia de las cosas, nos devuelve en forma de objetos restituidos vestigios de pasados ajenos. Replicas de objetos provenientes de culturas precolombinas, fieles en forma, materia y técnica, son sometidas a procedimientos que buscan aislarlos doblemente, devolviéndoles una nueva aura con el ojo del presente, que tanto los agota en nombre de la patrimonialización y la memoria.
El descenso ralentizado de réplicas de vasijas diaguitas (pueblo del norte de Chile) siendo destruidas en Caída libre; y los “gritones” hechos en bronce, figuras rituales que alguna vez se usaron por todo el continente en Resilientes. Cola de Caballo, sin embargo, traiciona la nostalgia de la pérdida. La serie de tejidos hechos por las artesanas de Rari (sur de Chile), realizados cuidadosamente con crin de caballo combinado con ixtle (fibras vegetales de México), nos devuelve al presente, desviando la nostalgia o distancia. Como estas, muchas técnicas sobreviven por todos los rincones del mundo. El conjunto busca interrogar el estatuto de la pérdida, subrayar la simultaneidad, de vacuidad y riqueza, de aquello que recuperamos para llenar nuestros museos de pasado, ajeno solo para la ya agotada mirada moderna.