El Prólogo de Nazca es el primero de tres capítulos de la obra de la artista, que componen su trabajo: Nazca/Sudamericana. En él, Constanza Alarcón Tennen construye un relato poético y material, a partir de la investigación de conceptos del campo de la geología, interpretados en esculturas sonoras de greda, videos performance, piezas de audio, dibujos a tinta, un poema, entre otras piezas, que nacen a partir de la idea de la subducción de ambas placas, como la alegoría de dos amantes, vinculados a través del tacto y el deseo, relación percibida en los eventos sísmicos, en la tensión del contacto entre las masas tectónicas, homologable a una atracción erótica y sensual.
Las esculturas sonoras son el resultado del desarrollo de una especie de abecedario a partir de poses y gestos, como la creación de un atlas a partir del tacto y de un imaginario sugerente y activo. El trabajo escultórico y su manifestación espacial (instalación y video performance), toma elementos del cuerpo, en sus expresiones y gestualidad, a través de las manos y elementos naturales como piedras y rocas.
El tacto y el deseo como motor de movimiento, inician este pensar lo geológico desde una perspectiva diferente, en que lo tectónico o los movimientos de la corteza terrestre, operan como un punto de partida desde donde se construye el relato multimedial.
Tal vez por nacer y vivir en una larga y estrecha geografía, volcánica y telúrica, flanqueada por cordones montañosos, que fascinan la imaginación con sus desiertos, valles y bosques, es que la artista ha logrado sentir e interpretar una tierra que se despierta y sacude en el roce de sus placas.